Renée B. Angón
Martin Heidegger
Cada año me enfrento a un salón lleno de aprendices, jóvenes aprendices que dicen haber llegado porque quieren “ayudar a los demás”, sin embargo pocos de ellos saben que el camino de la salud mental se comienza con un viaje interno de reconocimiento del propio mundo.
“¡Ay no lectura y redacción!, ¿eso qué?” resulta su primer frase de encuentro conmigo, y con ella un hartazgo viejo venido desde primaria hasta preparatoria en donde la lengua les fue enseñada como algo rígido, lejano y amenazador. En dónde la lectura fue un martirio para examen, y hojas de papel sacadas de preciosos árboles desperdiciadas en resúmenes inútiles y sin sentido.
¿Cómo rescatar la voz de mis aprendices? ¿De qué manera salvar su pensamiento y su creatividad del bicolor y el marca textos? ¿Qué hacer para llevarlos a aquella conclusión simple pero cardinal de Anna O. cuando hablaba de la “cura del habla”?
Vincular la redacción, la lectura y la psicología para que ellos amen esa triada me ha llevado años, paciencia, creatividad y mucha de la carga de amor que tengo por las tres disciplinas, sin embargo siempre vale la pena.
Mis alumnos, señoras y señores, éstos jóvenes aprendices de la mente y la conducta humana, jóvenes acompañantes de otros; emprenden cada agosto un camino largo y confrontador con su voz y sus palabras, con sus silencios y sus monstruos, con sus dolores y sus miedos, con sus recuerdos y sus intuiciones, y sin saberlo, leen más que nunca, piensan más que nunca, escriben más que nunca, relacionan más que nunca, es muy probable que se hayan desvelado más que nunca, pero estoy segura, muy segura, que por primera vez la lectura y la redacción les gusta más que nunca, porque también, por primera vez, les hace más sentido que nunca y los forma y conforma como no sabían que el lenguaje puede hacerlo.
De la primera clase, en la que todos se sintieron en el extraordinario, a éste día en el que orgullosamente muestran su camino y lo colocan en la red para el mundo entero,
sólo hicieron una cosa: caminar rumbo a lo extraordinario, a sus propias formas de ser únicos e irrepetibles acompañantes en el dolor de otros, únicos y sorprendentes escuchadores de otros, únicos y maravillosos compasivos entendedores no sólo de su propia historia sino de la de aquellos que nos han permitido saberla.
Aprendices todavía, pero ya no tan jóvenes ni tan inexpertos.
En éste camino leyeron, escribieron, discutieron, expusieron, se expusieron, hablaron y hasta hicieron avioncitos de papel. Lloraron, se sorprendieron, entendieron, modificaron, ¡actuaron!, filmaron, cantaron, bailaron…construyeron un mundo.
Son una generación más que hasta aquí acompaño y los suelto en manos de mis colegas y amigos que seguirán poniendo piezas en la edificación de lo que serán muy pronto.
De todos, mis alumnos siempre son mis mejores maestros y me honra la cantidad de horas que me regalan confiados, estos chicos, señoras y señores, fueron reto y desafío, fueron tardes y tareas, son hoy, una muestra de su propia maravilla.
La palabra nos cura, la palabra nos abre, la palabra nos labra, el lenguaje nos vincula, nos hace humanos y amuebla nuestras almas.
He aquí, señoras y señores, una muestra de los portales y las puertas que ésta generación abre hoy.
Con todo mi respeto por su trabajo y esfuerzo, con orgullo por su crecimiento y entrega, con todo mi amor y humildad…enhorabuena chicos
¡Sois maravillosos!
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